I s l a L o b o |
Las Preseas de Las Ophiusas
“En las presas
yo divido
lo cogido
por igual.
Sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar”
(“Canción del Pirata” 1835; José de Espronceda)
Vicent, valenciano auténtico de pura cepa, vive en Krakescylla, su barquito. Lúcese barbón de redes viejas y con su pipa de caña donde fuma “golosinas”, algas secas que sólo él conoce, le hacen ser el marinero veterano más pintoresco del puerto deportivo de playa de Pobla de Farnals, y con aires de proscrito y amotinado de una tripulación de condenados eternos. Le permiten el amarre gratuito por ser un teutófilo in pectore, el menda, aparte de ser una autoridad sobre la piratería berberisca en el siglo XVI y su influencia en El Mare Nostrum, sabe más de pulpos gigantes y calamares que los biólogos de Valencia (el nombre de su rara embarcación asusta, pero no engaña).
Siempre está clamando contra las autorizaciones permitiendo faenar en los caladeros vírgenes del Golfo de Valencia por un puñado más de gambas. Así que no le asusta que cualquier día le echen del club náutico. Hay quien dice de Vicent, que es mitad morena, mitad hombre, y bajo sus barbas pelágicas, esconde colmillos. A mí, Vicent me da miedo, aunque ambos nos apreciamos. Y ya me tiene acostumbrado desde que le conocí en la avenida Blasco Ibáñez en una ponencia en la facultad de Historia de Valencia sobre “Jabeques berberiscos, piratería atroz sobre las naves cristianas”.
Creo que está empezando a desvariar. Ayer me convidó a unos “cremaets” en la cubierta de Krakescylla mientras decía:
–¿Te vienes a Islas Ophiusas? Voy por las gemas de Torkeimetek, El Berberisco.
–¡Ostras! Mi abuelo en el puerto del Grao de Gandía ya hablaba de su botín.
–¡Porque existe, marinero de pacotilla!
–¡Nadie sabe en qué parte de Isla Columbrete Grande está!
–¡Claro!¡Bisoñuelo! Porque “Tork” y sus piratas berberiscos lo sumergieron en Isla Lobo, una de las chiquitas–el jodío hablaba como si hubiera navegado con el capitán berberisco y le conociera–
–¡Desde el siglo XVI alguien lo habrá encontrado! –dije temeroso por la reacción de Vicent–
–He soñado con Gran Oegópsido.
–¿Otra vez con “El Ojo Krakéniko”? ¡Te pago yo de mi bolsillo una visita en Valencia a mi psiquiatra del Barrio Chino!
Me pegó con su catalejo en ambas orejas y enmudeció.
¡Buueenooo, quéee enfado! Lo comprendo también. El legendario cuento del cruel otomano Torkeimetek lo cuentan todavía las ancianitas cuando remiendan las redes en Los Graos. Capitaneando su tripulación berberisca a bordo de dos galeras piratas esquilmó galeones del Mediterráneo a principios del siglo XVI, dando matarile a sus enemigos de manera furibunda. Sin embargo, en Las Islas Ophiusas–Columbretes para quien no ama las leyendas extrañas– a una hora y media de navegación de la costa de Castellón, una pequeña parte de la flota real, les dio alcance masacrándolos y desperdigando sus restos humanos en las diferentes islitas de Ophiusas. Pero a “Tork” antes le dio tiempo a esconder el inmenso e incalibrable tesoro de sus piraterías en un lugar indeterminado entre Isla “Piedra Joaquín”, Isla “La Horadada”, Isla “Méndez Núñez” e Isla “Lobo”. Y pasaron los siglos y nunca se halló el tesoro. Aunque cuentan que sus ánimas abducen hacia él.
Hace una semana de la charla. A Vicent lo han echado de Pobla de Farnals. Al parecer iba contento tripulando por la bocana del puerto y fumando su extracto de posidonia al timón. El director del náutico ha encontrado un pergamino con una mancha negra y está acojonado. Y de repente he caído en la cuenta de lo parecido que es el barquito de Vicent a una faluca berberisca en pequeño. Pero lo que me hizo llamar a mis contactos de La Guardia Civil del Mar en El Grao de Castellón de La Plana, fue recordar que Vicent fue de los últimos fareros de Isla Columbrete Grande en 1971 ¡conoce asaz satisfactoriamente los Islotes Ophiusas!¡Aunque ahora está prohibido desembarcar por ser reserva natural protegida! ¡¡¡Se va a meter en un lío!!!
Han transcurrido unas jornadas interesantes. A bordo de una embarcación rápida de La Benemérita, hemos batido el archipiélago rocoso de Ophiusas. No hay serpientes en las islas desde el siglo XIX (de ahí su nombre antañón), sí algún que otro alacrán y lagartijas de Columbretes, y respecto a Vicent… lo intuimos el último día…restos de su embarcación en Isla Lobo. Aunque mezclados con maderos antiquísimos de galera berberisca pirata y restos de varios cofres. El reflejo del sol hizo que me detuviera sigiloso en algo que brillaba. No me vieron los guardias. Era una joya turquesa del tamaño de la palma de la mano y en su centro un diamante, imitando un óculo extraño. Sujetaba un pergamino para que no se lo llevara el viento de las islas.
Todavía conservo la nota. Dice así:
“Donde voy con esta conquista, no necesitaré El Ojo Oegópsido, ya cumplió su misión de traerme aquí. Sé que será para ti, grumete bisoño. Pero a cambio, no digas nada de mí. Con su inmenso valor tienes la vida resuelta. Por cierto, me llamo Vicent de Sax. ¿Sabes cuál es mi segundo apellido? Aunque mis antepasados lo valencianizaron, puedes sacar tus conclusiones, marinerillo.”
“Tarquimesec.”
Relato para la lid literaria de "El Tintero de Oro" y La Piratería. Comprende 890 palabras con título y cita poética Esproncediana incluida. ¡Largad El Trapo a estribor y....a disfrutar!🏴☠️
¡Hola! Muchas gracias por participar en el Concurso de Relatos 45 ed. en El Tintero de Oro. ¡Suerte!
ResponderEliminarMagnífico relato, que nos presenta un texto de piratas tal como debe ser, con marcas negras y un tesoro.
ResponderEliminarHe podido, pues, navegar la mitología marítima de tu mano, y qué digo... más bien me sumergí de lleno para descubrir que hay una cadena ininterrumpida de conocimiento pirateril, bucanerístico, filibusterico y corsarico en grado extremo.
Hay que creerles a los viejos lobos de mar, más aún si llevan en la sangre el legado de calaveras y huesos cruzados.
El que sabe sacarle la verdad al Gran Oegópsido, encuentra tesoros y los comparte tambien.
Vive Torkeimetek. Lo atestiguo.