martes, 28 de febrero de 2023

El Cipariso del Frenopático

 

E l e c t r o  C o n v u l s o r  N a a l   M M V I I , ¡ C h o p , C h o p , C h o p , C h i q u i t i t o  C h o p ...!



"Es la del lubricán en el patio oriental

Ufano, como quien presenta armas,

Hacia la venidera noche se alza

Solitario e independiente

Señalando estrellas tenebrosas.

 

En su parterre circular testimonia

El existencialismo de los demenciados

Sus comportamientos únicos

Y creatividades peligrosas:

La Religión de La Chifladura.

 

Ante su sombra los internos

Han rendido pleitesías indecibles

A potestades que ellos sí conquistan

Cuanto más descabalados

Tanto más devotos de sus locuras.

 

Allí dos degradados sargentos

Del regimiento sangriento,

Añorantes de razzias y trilita

Unidos por sus ortopédicas manos

Invocaron al Señor Pateta.

Otro tanto un carabinero

De fosforescente ánima

Iluminó una noche los pensiles

Untándose mimoso en sus compañones

Insecticida, alcohol y prendiéndolos con mistos.

 

Junto a su tronco luctuoso

Un sereno retirado

Transmitía en morse con sus palmas

Las coordenadas del sanatorio

Para que los alienígenas lo arrasaran.

 

Psicasténicos desertores por cobardía

De la última batalla de Umbrías Ominosas,

En infames tripudios de sodomía entre ellos

blasfema mescolanza en honor de Krontek.

 

Insumisos hasta de La Gendarmería,

Purgando su mala conciencia

Cercenando el pólex de ambas manos

Y saboreándolos entre tímidos cánticos

Braseados a la llama de sus mecheros bunsen.

 

 

Lúbricas pantomimas de celadores

Y damas de sanidad en nocturnos asuetos

En lujuriosas séances

Que ruborizarían

Al mismísimo Belial.

 

Todas estas revelaciones

Evidenciadas por el impertérrito cipariso

Sobre el piélago de arrayanes del psiquiátrico

Envidiado por la restante flora de fresnos, hayas y robles,

Pues sólo el milenario árbol, se nutre de cordura.

 

Tan sólo en muy contadas ocasiones

Echa su lluvia de gálbulas sobre los locos

Cuando advierte que decae la paranoia y el desmán

Y golpeados por ese granizo purificador

Danzan en corro alrededor del escatológico cipariso…

 

….reconociéndolo como único Dios Electroconvulsor.



¡ Chop, Chop, Chop....Y Siempre esos chispazooooosssss!......

. . . . . . N a a l  . . . N a a l. . .Naaaaaaallll...."






* Atmosféricamente, Bauhaus y su "The Sanity Assassin" ...........
















[Versos Libres de Maison de Santé, dibujitos de mi Art Brut, a propósito para esta ocasión, y cómo no, Bauhaus y su Asesino de La Cordura]

Post Scriptum : Y de polizón, "Khristhos", esbozos de mi intimidad de Un " Ido" Parpadeante, con su dibujito de homenaje al Derviche.....! ! ! ! ! ! ! 🕴🕯









sábado, 25 de febrero de 2023

¡Abdicaron Alburas Anímicas!

 




                              *Aquellos que antaño abdicaron la albura del alma*

                                        [Versículos de pútridos salterios]

 

Castaños centinelas

Solitarias presencias

En la deshabitada finca.

 

Vigas esqueléticas

Tuberculosos armazones del tejado

Desdentadas encías del desván.

 

Centenarias telarañas

Extienden sus geometrías

Cercando el palacio abandonado.

 

Y la buganvilla trepa

Por el testero de la chimenea

Entre los ecos del hollín de otra época,

Entrelazada con hiedras

Alarga sus lianas

Al gótico flanco

De bóvedas y hastiales

Pendiendo

Como maromas

Como sogas

Como nudos corredizos

Que tantas gargantas

Abrazaron

En evos oscuros

De los que versan

Los manuscritos incunables.

 

Y en la umbrofilia

Arte de birlibirloque

Aún siluetean

Las plantas trepadoras

Los Cuerpos

Que una noche lejana bailaron

Desde su tartárico cuello


Al compás del anatema.

 

La nequiciosa presencia

De la saturnina aura

De los insoslayables Hechiceros

Que aún galvanizan

Con el recuerdo de su capital condena

Estas desvencijadas ruinas

Donde sus tenidas y conciliábulos

Aquelarres aberrantes

Brillaban entre ambleos

Hachas de cera

E innominadas teas.

 

Son los castaños seculares

Quienes desafían y nada temen

Con su pilorriza

Y sus copas

La semilla impura

Que arraiga

En Estos Pagos del Príncipe de Los Estercoleros.

 

Aunque no haya castañas

en la cuerria

y Sí

osamentas,

miradas de Kranion

y abrazos,

incondicionales abrazos

entre extremos de falanges,

cúbitos y radios

y húmeros.

 

¡De quienes en malahora abrigaron la Negrura!












martes, 14 de febrero de 2023

¡ Para Siempre !

 



                                     "¡Para Siempre!" [ Versículos Francos Corvúpiros ]


                         (Revisión baladesca de las teorías del abate Augustin "Dom" Calmet

                       en lo que atañe a "Dissertation sur les revenants en corps, les oupires..")




Allende el hayedo

donde más muerde la montaña

colgado de los pulgares

de un roble hecatónquiro.

 

Los bandidos de las cárcavas

no juegan a exploradores

y se aseguran

de que no volveré

a hurtarles el botín

que ellos sí robaron

del arzobispado.

 

Azotado por la lluvia

descoyuntadas mis muñecas

eterno elongado en la soga

sin remisión

ni opitulación

adiós esperanza.

 

La Diosa del Desmayo

extendía ya sus garras

sobre mi exánime

envase terrenal,

zapadora de las trampas

de La Parca

-presentía su acecho-

cuando sendos picos

salvadores

vinieron a segar las cuerdas

del pólex de las manos.

 

Caí desde insólita altura

abanicado por antiquísimas

alas de ébano

que amortiguaron

y dehortaron

mi segura muerte.

 

Envuelto en las hojas doradas

barro y pedernal

del luco salvaje

observé incrédulo

vigilándome

dos cuervos majestuosos

ojos inquisitivos

nada piadosos

sobrenatural alzada

córvida

más que prehistórica

y mítica

pero...

cuervos al fin y al cabo.

 

Aquellas aves

de la orilla tartárea

eran mis salvadores,

sus picos letales

brillaban mas que el plenilunio

con pequeñas sierrecillas áureas

amenazadoras.

 

 

Antes de emprender el vuelo

en pos de otra innombrable atrocidad

que sólo sus instintos sabrían,

el más grande picó al otro

en su flanco siniestro

y con las gotas de sangre

avanzó ante mí.

 

Untó mis muñecas sanguinolentas

con su pico

y sus ojos se dilataron

cual sol de las penumbras incognoscibles.

Pero supe por ensalmo

qué debía hacer.

 

Me camuflé el rostro

con el crúor enigmático

y al fin, libé de mis manos

los regueros carmesí;

Ellos se aproximaron

como hierofantes alados del conticinio

y suavemente

volvieron a tiznarse en mi herida

saboreando circunspectos.

 

Una niebla violeta

nos invadió, intoxicándonos,

pero aún admiré

cómo elevaron el vuelo

hacia lo más intrincado del luco

crascitando aterradores.

 

Abrí los ojos

hacia el orto

acurrucado en lo alto del roble

libre de ataduras

y con las heridas secas

en el nido inmenso

de alguna desconocida ave rapaz.

 

Algo nuevo latía en mi ser

una potencia perfecta

cuya clarividencia

mostraba

sobrevivir

proscrito otra vez

sisando al descuido

a las almas pérfidas

pero

defendiéndome

contra cualquier celada

imperfecta de pelafustanes

o condenados rufianes

de los bosques,

porque ahora huelo

su sangre latir a distancia,

su pulso de pillos

y condenados a muerte.

¡Enhoramala

para Los Fuera de La Ley!

Mi anatema

es

será

eternamente

ser

El Hermano de Sangre

de Los Córvidos.

Y en ademán antiguo y definitivo

mi pólex

apunta invariable

sentenciando

hacia abajo.

Por su poder atávico

 

Soy Para Siempre

El Corvato de Crúor.



*Y como no puede ser de otra manera, nadie mejor que Bauhaus y su "Bela Lugosi´s Dead" para la atmósfera de los brucolacórvidos.....*....








jueves, 9 de febrero de 2023

¡ Tantán Vetam !

 

¡ ¡ ¡  C u r i o s o    R u i d o  D e  F o n d o E n  T u  M i r a r . . .! ! !  




[ Advertencia a visitantes : El texto es largo como un día sin pan.

  Quien desee repartir mejor sus atenciones, que no se preocupe y

  marche; comprendo que El Tiempo es un bien preciadísimo para tener

  en cuenta a un simpático y dicharachero chiflado como yo .

  ¡ Os Aprecio a Todos !  ] 





                                 * T a n t á n      V e t a m *

                 [ * Una Narración Extraordinaria Que Retumba * ]

 

                                      

                                                                 “…y pífanos y atambores

                                                                  su señorío pregonan”

 

                                                                   “..y tocan los pigmeos de faz leda

                                                                                           el timbal sonoro…”

                                                                                (Reisebilder; Heinrich Heine)

                                                                              

                                                I.-Marcando El Paso

 

El silencio de la pequeña finca siempre se rompía desde el segundo piso, por el sonido de una especie de tambor de la puerta seis. Era una pena porque solo se trataba de un edificio tranquilo de dos alturas.

Además, la percusión era sin ritmo, transmitía algo de desidia de parte de quien lo tocaba, zumbón; insoportable por donde lo planteara cualquiera que escuchase.

 

En mi caso vivía en la puerta uno. Por la mañana me despertaba, a la hora de la siesta amenizaba y hacia las once de la noche, despedía la jornada de modo lóbrego con sus pulsos tamboriles.

 

Llevaba yo poco tiempo viviendo allí. Se trataba de un barrio que no destacaba por nada, ideal para permanecer a largo plazo. Lo único extraño era ese son, una especie de galop castrense a lo cateto. Así que, poco a poco, me fui acostumbrando, si bien era una incomodidad que permanecía como banda sonora de la finca.

 

Nunca comentaba con los demás vecinos porque no se dejaban ver, o no coincidíamos. La puerta dos, estaba deshabitada debido a  un desahucio. La tres la ocupaba un matrimonio con aspecto medroso y nada comunicativo, quienes tenían una niñita de cinco años y no daba guerra en su casa. Nosotros componíamos el primer piso. A los del segundo todavía no los conocía porque apenas subía yo a la azotea.

 

Y un día de agosto, fue de golpe y porrazo cuando coincidí con ellos en el portal. Una pareja de ancianos  eran los que vivían encima de mí, en la puerta cuatro. El marido tenía aspecto de amargado y la mujer de enloquecida (además le oí comentar que tomaba “tranquipastillas”) Era gracioso que tenían dos perritos pequeños y no daban faena al vecindario. Junto a ellos estaba otro matrimonio curioso, con sus dos hijos varones, todos residentes en la puerta cinco. La esposa era más fea que el culo de un mono y tenía cara de mala víbora, por si fuera poco. El marido era un ex psicólogo retirado que estaba para que lo psicoanalizaran a él. Los hijos parecían personitas sin carácter y no despuntaban por lo bueno, ni por lo malo.

 

¡Y por fin! ¡¡¡Los de la puerta seis!!! Se trataba de otro matrimonio que tenía un hijo de unos seis añitos, que el pobrecito tenía una enfermedad de las llamadas raras. Mientras le miraba, estaba agarrado a su madre sin poder mantener la verticalidad, y con la otra mano “agredía” a un tambor hecho de forma casera que permanecía en el suelo. Sus ojos eran muy saltones y en líneas generales, su aspecto me recordaba al “hombre tronco” de “La parada de los monstruos” de Todd Browning. Tocaba su extrañísima marcha militar absolutamente ido, mientras la madre, con ademanes de raposa desorejada, criticaba a los de Cáritas y a La Iglesia Católica por algún motivo. Me cayó peor que ningún otro parroquiano de la finca. Por último estaba su marido, un pobre hombre más blanco que el talco y con aspecto enfermizo, todo el rato callado. Permanecían en silencio mientras aquella mujer seguía criticando a los católicos y su niño aporreaba inmisericorde el tamborcito.

 

Al aparecer yo, excepto el nene deforme, todos prestaron atención y de manera rápida nos presentamos con patente desgana. Después subí al trote a mi casa y me encerré en el salón mientras escuchaba música.

 

Esa noche, el niño de la puerta seis, quizás iracundo en su anormalidad por la mala leche que le había transmitido su madre por tanto criticar al Papa de Roma, con su karma más destrozado de lo habitual, dio una serenata con el tambor que duró hasta pasada la medianoche, sin que nadie le hubiera animado en su hogar a dejarlo. Pero debo decir, que fue entonces cuando por fin le puse nombre a mi mal: “Vetam”, esto es, “Vecino Tambor”.

Y qué diantre, me sentí asaz aliviado.

 

                                                   II.- Erre que Erre

 

La verdad es que lo único que insuflaba vida a tan anómala agrupación de vecinos –pues todos excepto la madre de la puerta seis, parecían electroencefalogramas planos- era el instrumento de Vetam, y en efecto, ese detalle me hizo ver muy claro que el estigma de ser tarados planeaba sobre todos ellos. Conforme pasaba el tiempo, pude advertir que el estado de ánimo del pequeño retrasado, se plasmaba en cómo aporreaba su tambor. Y eso sin embargo, no me molestaba: Ensombrecía y picaba mi curiosidad a la par.

 

Muchos matices en los ecos de ese batir su baqueta, eran siniestros, envueltos en tristeza singular. Otras veces comunicaba odio –si eso fuera posible en un inocente como él- y las más extrañas de esas transmisiones sentimentales, eran un tantán cifrado al Cosmos, unas pautas sonoras de anhelo de libertad, que no estaban exentas de cierto júbilo, a pesar de la desafortunada existencia de Vetam.

 

Eso me hizo pensar, y cuando más delante empecé a coincidir con él y la impresentable  de la madre en el portal –pues también advertí que el padre ni pinchaba ni cortaba en sus propias relaciones-  yo miraba a los ojos a Vetam. Al alejarme escaleras arriba, o aunque fuera por la calle,  percutía su tambor con algo más de ritmo, pero muy brevemente. Y supe que  era saludándome, antes de irse a su jornada de Educación Especial con los facultativos que le trataban lejos, en la gran ciudad.

 

 

La cantinela de los demás vecinos, era que lo poco que hablaban cuando coincidíamos en la acera de nuestra calle, se trataba de criticar a los otros. Por mi parte escuchaba y callaba, pero mi disfrute iba en aumento al sentirme ajeno a ellos y verlos envenenarse de forma doméstica entre palabras y exabruptos. Y lo que de veras me hizo repudiarlos fue que cargaban tintas contra Vetam, porque le habían dicho a la arpía de la madre, que fuera comedida con los ruidos del nene, y ésta les contestaba que el médico y logopeda aconsejaba que le diese al tambor cuanto más, mejor. (En ese aspecto  tenía razón, pero su enfoque era diferente: Su hijo lo sentía como una carga y a ella le agradaba que estuviese el vecindario escocido con el tratamiento)

 

Cuando ya se familiarizaron todos por verme con relativa frecuencia, pude notar que bajaban aún más la guardia. Esto es, presencié de manera casual comportamientos horribles, como el de la madre de Vetam increpándolo con palabrotas muy sucias por haber hecho algo mal, pero no sé por qué también apremiaba al padre. Confirmé que éste no tenía sangre en las venas y que no manifestaba una conducta que se decantase por algo claro (pero su mirada escondía una cosa rara)

 

Los demás se odiaban, pero proyectaban su detritus mental contra la puerta seis y sobre todo, contra la estrambótica madre.

 

Cada vez me reía más, pues el tamborcito de marras, los desquiciaba profundamente, y sin embargo yo, estaba a esas alturas inmunizado; incluso pude sentir que Vetam había progresado, y acaso que en su estropeado cerebro, se riera con mérito…

 

                                                       III.- Redoble final

 

No recuerdo en qué punto de mi experiencia en la finca, advertí que algo iba mal.

 

La vecina de las “tranquipastillas” se cruzó un día conmigo y me dijo que el tranxilium no le hacía nada porque “lo nocivo es de traca” y que “el tambor me lo ha dicho en lo más oscuro de mi cabeza” Tenía un aire profético, y algo les debía de pasar, porque el marido subía las escaleras casi levitando, como si de repente él estuviera peor que nadie. Y de pronto los perritos empezaron a llorar por las noches y a mearse en las escaleras cuando los ancianos les sacaban de paseo. Para colmo, hubo una potente plaga de cucarachas.

 

Los de la puerta tres, empezaron a echar sin ningún motivo doble cerrojo a su puerta blindada incluso de día. Siempre había música de cerrajería en el interior de su piso.

 

Los inclasificables de la puerta cinco se insonorizaron el piso para no oír a nadie. Lo sé porque consulté con los obreros que pululaban por allí esa temporada.

 

Y hasta el piso vacío de la puerta dos –como ya especifiqué, enfrente del mío- parecía latir en su inmaterialidad por no poder aguantar la atmósfera que de las partes en activo de la finca, se filtraban por las ranuras de su puerta antiokupas. Era la simbología de algo que está a punto de reventar…o…más bien….dar el trueno en do mayor.

 

Hasta que una noche -¡ahora me acuerdo, era Luna Llena, porque fue la única vez que subí a mi desván de la azotea para coger una armónica de los tiempos de los scouts  que tenía pensado regalar a Vetam y me quedé hechizado al ver el plenilunio sobre los tejados!- el tambor arrancó a oírse de forma inaudita hacia las once y media de la noche. ¡Olvidé hasta la armónica!

Se podía palpar el desconcierto vecinal, pero como siempre, nadie dijo nada. Pasada media hora de las doce, Vetam seguía contumaz y solo al filo de la una, después de un rarísimo sonido que dejó un poso de alarma sin saber por qué en mi corazón, Vetam hizo mutis.

 

Y Todo se sumió en un silencio, como nunca disfrutó la finca.

 

Un silencio que de nuevo me hizo sentir algo: La satisfacción de  los que estaban bajo el techo de nuestra finca.

Un silencio, en suma, que no deseaba aquella noche yo para nadie. Sin acritud, porque era un silencio enfermizo.

 

   U n    S i l e n c i o     P o s t r e r o    Y  R i t u a l.

 

 

                                                IV.- El Tamborilero

 

A pesar de estar dormido  como el mismísimo abuelo de Morfeo, me desperté tan pronto escuché el primer “Pom”.

Después hubo uno más y el silencio nuevamente.

 

Había sido en mi puerta.

 

Eran las tres de la madrugada y al otro lado de la mirilla, pude escudriñar gracias a la luz de la luna filtrándose por el patio de luces, a Vetam en pijama apoyado contra la puerta dos.

 

Abrí y me miró con sus ojos negros, radares en el ambiente fantasmal y blanquecino de la escalera. No di la luz, me cogió de la mano y me llevó hacia arriba, a su casa. Andaba correctamente y respiraba manso y parecía obedecer con seguridad a un dictado suyo interior.

 

Ante el umbral de su puerta, vi al padre en calzoncillos bañado por la luz de la luna que entraba por la ventana de su derecha. Estaba cubierto de una sustancia oscura que brillaba. Aunque más chisporroteaban sus ojos diciendo –fue cuando lo oí por primera vez- el nombre de su hijo con una terrible voz átona (para mi siempre será Vetam, el resto no es relevante). Uno de sus brazos se ocultaba en la oscuridad.

 

El nene hizo con su mano libre como que tocaba un tambor imaginario y entonces el padre sacó la suya de detrás de su espalda esgrimiendo un  cuchillo.

 

Empujé a Vetam hacia atrás y me tiré a las piernas del padre placándolo como en mis tiempos universitarios, en cuestión de fracciones de segundo. Eso fue lo que nos salvó, pues el cuchillo se le perdió hacia el rellano y vi, ante mi asombro, cómo Vetam con su piececito, lo empujaba por el estrecho hueco de la escalera.

Me quité la camisa del pijama y até a aquel hombre con ella con un nudo de los que aprendí cuando serví en un estol de infantería de marina, pero tampoco fue muy necesario, pues estaba mesmerizado, quizás abducido. Y ya no pude hacer más cuando noté, que el líquido que le cubría era sangre,  pegajosa y saturnina a la luz de la luna.

 

Entré ante la atenta mirada de Vetam al interior del piso a la carrera, sabiendo que era infructuoso mi esfuerzo e intención. Y allí, cerca del balcón que da a la calle, puede que en un último intento de gritar, estaba la mala pécora de su esposa, con un  fin inhumano, desollada en un inmenso charco de sangre que se filtraba a la calle por el desagüe de las plantas. La descarnada imagen me idotizaba y más aún viendo cucarachas correteando sobre sus restos mortales.

 

Cuando se personó la autoridad competente tras mi llamada, dos de los agentes  vomitaron sin poder evitarlo en la puerta cinco, pues los dueños no se habían ni enterado por la insonorización del piso. Por último se llevaron al padre, quien no opuso resistencia; incluso mostraba una macabra paz en su ademán.

 

No hubo manera de que Vetam se fuera con ellos –a pesar de que se comportó muy sereno-, y al identificarme, gracias a mi pasado de militar de cuerpos de élite, permitieron que se quedara conmigo.

 

Lo último que le dije a Vetam si quería dormir en mi piso, era que al día siguiente tendría que permitir que le llevaran con una nueva familia muy buena, a donde yo acudiría a visitarle.

 

Y solo puso dos condiciones más: Que le comprara un tambor de verdad.

Y que tocara mi armónica con él…

 

 

 

                                             …a medianoche los cadáveres se levantan,

                                               todos los muertos vuelven a sus filas,

                                               y al frente marcha el tambor,

                                               ¡ran! ¡¡rataplán!! ¡¡¡ran!!! ¡¡¡ran!!!.....”

                                                                                (Reisebilder; Heinrich Heine)






[Relato de Terror]








¡Por Fin : Cuánta Paz!...


Abril Asilvestradamente Lunar

  Mi Asueto de Plenilunio Abrileño H o m e n a j e A L a L u n a L l e n a  de l M e s D e A b r i l